Carmina era adicta al tragamonedas. Es. Dicen que se es toda la vida, ¿no?
Para lograr evitarlo, cada vez que quería ir, iba al baño, tiraba una moneda y bajaba la palanca.
Un día, en su baño, no hubo más palanca.
Perdió.
Fue al tragamonedas, no tuvo cómo evitarlo.
Entonces descubrió que las maquinitas tampoco tenían más palanca.
Ahora se apretaban botones.
Salió renovada de entusiasmo.
Ahora cuando no aguanta más, tira una moneda a la vereda, toca un botón-timbre cualquiera y corre.
Todos creen que juega al ring-raje.
Pero sólo escapa del juego.
Con renovado afecto, Juan Filloy
Hace 5 días
3 comentarios:
muy bueno
me gustó tu blog, voy a pasar seguido
besos
qué foto la del costado, eh!
da para exposición. Ja
(total ya tiene poema para acompañarla)
Simplemente excelente ¿Quien puede decir que no tiene ritos especiales para escapar a sus propios vicios?
Simplemente barbaro!
Slds.
Publicar un comentario