domingo, 13 de julio de 2008

visita 2

Y a las 9, iban cerrando la clínica, y salí junto a la enfermera, las dos tiramos de la rejita y cada una siguió su camino. 6 cuadras y llegué al subte, caminé hasta el último vagón, me senté y cuando levanté la vista, la enfermera de papá estaba sentada enfrente mío. Me sorprendí. Hola, le dije. Nos volvimos a encontrar, me dijo.

Y el resto del viaje no volvimos a hablarnos.
Ahí estaba la hija del señor, la que por alguna ley natural debería hacerse cargo de la salud de su padre, pero que por una ley social trabaja, estudia, tiene una vida ocupada con tiempos libres limitados.
Y ahí estaba la señora que sin tener nada que ver con el señor, le dedica 9? 12? horas de sus días para que esté bien, tenga lo que necesita, que lo baña, lo cambia, lo afeita y le dice buenos días y buenas noches.
En el mismo viaje, con un destino similar, y sin hablar.

¡Esta sociedad naturaliza cosas que son tan extrañas!

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