domingo, 22 de febrero de 2009

historias de viaje

19 de febrero.
Era su cumpleaños.
Pero también era jueves de comadres.
Así que ahí estábamos en humahuaca, a las 11 de la mañana estuvimos ahí, se hizo la ofrenda de la pachamama y arrancamos.
Un vaso de chicha de maní. Tres litros de cerveza. Y un litro de vino Toro.
(Con sol)

Yo nunca tomo vino.
Pero era su cumpleaños.
A las 4 de la tarde ya nos reíamos de cualquier cosa.
A las 8 de la noche, cuando nos fuimos, un artesano me quiso vender pulseritas. Perdón, no entiendo nada, le contesté. Y seguí.

Volvimos al camping. Fumamos. Y fuimos a cenar.
Cazuela de llama. ¿Y para tomar? Y traeme un vino.

Se largó la tormenta del siglo, se inundó todo el bar y yo tenía un gran gran río bajo mis alpargatas. Miramos para afuera. La calle no se veía. Sólo era agua con barro que corría a toda velocidad. Cuando pasaban autos, hacían olas.

Decidimos no ir a la peña a la que íbamos a ir. Y volver al camping. Con lo que quedaba del vino en la mano salimos. No se veía nada. La luz se cortaba cada 2 minutos. Para allá es el puente, me dijo. No, es para allá, le dije, pero yo por ahí no cruzo. No quiero mojarme más.

Cruzamos como pudimos y seguíamos discutiendo.
Es para allá. No, ¿no ves que acá está el mercado?
Una señora en una puerta se asomó y dijo: ¿a dónde quieren ir, chicas?
Al puente.
Es para allá.
¿Ves? es como yo decía.
Cruzamos el puente. Por abajo el agua corría volaba saltaba.
Del otro lado, la calle no era tampoco calle.
Yo ya estaba empapada. Muerta de frío. Pero nos reíamos.
Qué buen cumpleaños.

El camping era lejos, metiéndose por un camino donde ya no había luz, ni normal ni cortada. El camino rodeaba un sembrado enorme por lo que pequeños regadíos lo atravesaban. No veíamos absolutamente nada. Ella iba adelante y me gritaba chaaaaaarco cada vez que pasaba uno.
chaaaaaaaarco
chaaaaaaaaaarco
chaaaaaaaaaarco va!

Lo último que recuerdo es que me dijo: mis alpargatas se van encogiendo cada vez más por el agua y ya me están apretando mucho. Y yo le dije mirá si se encogen tanto que no te las podés sacar nunca jamás.
Por suerte, llegamos a la carpa.
Por suerte, se las pudo sacar.

Eso fue un día de mi viaje.

3 comentarios:

el_iluso_careta dijo...

buenísimo el relato, jajaja que moemnto...

Idealista Irredimible dijo...

Lindo viaje para tus 20 y tantos...
Habló la abuela, ja.
Bienvenida a la vida de ciudad, a ver cuánto tardás en acostumbrarte de nuevo...
Te quiero!

Idealista Irredimible dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.